Rutina Diaria
Sin llegar al extremo de dejar pasar varias horas sin comer, un análisis somero de los ciclos de hambre nos lleva a la conclusión de que ésta únicamente nos sirve de aviso e incentivo para comer. El hambre aparece regularmente pasado un cierto tiempo desde la última ingesta y de acuerdo con una rutina diaria consolidada por nosotros mismos al cabo de los años.
El hambre varía su intensidad de acuerdo con nuestra capacidad para llenar el estómago. En general, cuanto más tiempo ha pasado desde la última comida más hambre tenemos, pero esta regla no es universal y su aplicación depende de nuestra vigilia y de nuestro ritmo de actividad. Lo explico, en mi dos libros escritos sobre este tema. “Un Hombre, Un Entrenador, Un Sueño” y “La Dieta De Los Cuatro Pasos”.
Si tomamos como referencia la secreción –controlada por el cerebro- de algunas hormonas a lo largo de las 24 horas del día observaremos que ésta es desigual. Es pertinente recordar que las cantidades máximas y mínimas de secreción están ajustados a un ciclo único de actividad que normalmente hace que nuestra capacidad de respuesta, tanto física como intelectual, coincida con nuestra máxima actividad durante el día, que suele ser al mediodía o al final de la tarde.
Este ritmo de actividad tiene que ver con el ciclo de iluminación natural y también con el reloj biológico interno que tenemos los seres vivos, que a su vez está mediatizado por las secreciones hormonales. Este reloj interno rige de manera natural nuestros horarios de comidas, nuestra actividad física, nuestras micciones y deposiciones y también nuestra actividad sexual.
Diferentes Ritmos
Sin embargo, no todas las personas tienen el reloj interno ajustado al mismo horario, aunque todos tengamos que seguir un ritmo “oficial” que coincide con los horarios laborales. Hay personas madrugadoras que se levantan temprano y con la cabeza muy despejada pero que se les cierran los ojos en cuanto anochece, mientras que otras son trasnochadoras, les cuesta mucho levantarse temprano y cuando más rinden es a partir de media tarde o cuando cae la noche. De ahí, la importancia de la personalización de mis programas de control de peso. Ayer mismo, una clienta que atiendo a la distancia, ella se encuentra en Pennsylvania, y después de bajar 7 libras en tres días, me dice; Ahora comprendo exactamente por que las dietas no funcionan. Y tanto dinero que he gastado antes creyendo que todo lo que dicen allá afuera es cierto!
El ritmo de las comidas influye poderosamente en la sensación de hambre, que es una sensación básicamente global. Una vez cubierta esta necesidad en ocasiones no nos conformamos con el aporte de energía que supone el alimento. Por ejemplo, a una persona que asegura haber quedado satisfecha después de una sabrosa y abundante cena en un restaurante, le ofrecen un dulce tentador como postre y, a pesar de no tener hambre, su apetito se despierta y acepta el ofrecimiento.
El apetito, utilizado a veces como sinónimo de hambre, es una sensación con ciertos matices diferentes. Nos lleva a seleccionar determinados alimentos de modo muchas veces inconsciente, pero siempre de acuerdo con nuestra necesidad o capacidad de seleccionar los nutrientes que precisamos. De esta forma buscamos proteína en la comida y la escogemos selectivamente porque llevamos un tiempo con un aporte más escaso de lo habitual.
El apetito está determinado tanto por impulsos conscientes como inconscientes. La evocación de recuerdos de placeres conseguidos con ciertos alimentos abre la expectativa para volver a repetir esas sensaciones aún a sabiendas de que nuestro estómago está a rebosar.
Continuará…
BREAKTHROUGH con Carlos Correa Coaching
Tu Mentor en Salud y Bienestar
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