“Dios tiene un propósito para todos y creo que el mío fue promover la fe para que mis compañeros no desfallecieran”, dijo Henríquez, quien actuó como guía espiritual durante los 69 días de angustia que vivió junto a sus colegas el pasado 5 de agosto del 2010 en San José, Chile, al colapsarse una mina.
Después de su rescate, Henríquez, un hombre de 55 años de edad, tímido y de pocas palabras, ha viajado a Irlanda, Inglaterra y varios estados de Estados Unidos para dar charlas en diferentes iglesias sobre su experiencia y la fuerza de la fe.
Y precisamente, el pasado domingo, Henríquez estuvo en una iglesia evangelista para hablar sobre su odisea a unos 2,300 pies bajo tierra y alejado de sus dos hijas y su esposa.
“No quería pensar en mi familia porque eso me debilitaba. Solo quería mostrarme fuerte y con convicción de que todo saldría bien para que los demás se sintieran fuertes y optimistas”, dijo Henríquez.
Y no es por demás, los primeros días del colapso de la mina de 121 años de edad y localizada en el desierto de Atacama fueron caóticos para los mineros.
“Primero escuchamos una explosión y luego se nos empezaron a caer las rocas y terminamos empolvados de pies a cabeza que solo se nos podían ver los dientes y los ojos”, sostuvo Henríquez de 55 años de edad.
“Al percatarnos de que todos estábamos bien, ahí empezó la preocupación por nuestro rescate o nuestra muerte”, agregó.
En ese momento el miedo invadió a los mineros, el saberse 2,300 pies bajo tierra, verse confinados a un espacio equivalente a un pequeño apartamento, con poco comida, agua y sin luz, la única esperanza para mantenerse vivos y emocionalmente sanos fue orar.
“Nadie se negó a la oración a pesar de nuestras diferentes creencias. Todo estábamos buscando sobrevivir y es en este tipo situación donde resaltan nuestros valores, creencias, talentos, fe y capacidad para resolver los problemas que tenemos a la mano”, dijo Henríquez.
Sin perder optimismo, el equipo de electricistas, mecánicos y expertos en la minería empezaron a ver opciones de cómo sobrevivir con lo poco que tenían, dónde iban a dormir, cómo racionarían la comida y cómo iban a generar energía para tener luz y dejarle saber al mundo que estaban vivos.
Después de salir de la oscura mina, Henríquez como el resto de sus compañeros, se ha convertido en figura pública, y ha prometido no divulgar los detalles de sus vivencias bajo tierra,
“Hasta ahora hay negociaciones, pero no se ha hablado nada de dinero. Yo soy un hombre viejo y en mi país ya no me dan trabajo. De hecho vivo de una tiendita de abarrotes que tengo desde hace tiempo, pero si tenía el trabajo de minero era porque me hacía falta dinero y ahora, sin encontrar trabajo, la situación es difícil”, dijo Henríquez.
“En Chile también estoy arreglando mi pensión, pero el dinero que me darían no sería mucho. En realidad no me quiero lucrar de mi experiencia, pero si me gustaría obtener algo para seguir manteniendo a mi familia”, agregó Henríquez.
En febrero del año presente, el grupo firmó un contrato con la agencia William Morris para hacer una película que será producida por Mike Medavoy, productor de la película el Cisne Negro, y quien compró los derechos de la historia chilena el pasado 24 de julio.
En su comunicado de prensa, Modavoy dijo que esta experiencia de los mineros “es una historia del triunfo del espíritu humano y testimonio de la valentía y perseverancia de la gente chilena”.
Se espera que la película salga el próximo año, mientras Henríquez sigue presentándose en iglesias y hasta tiene contemplado empezar a dar charlas de motivación.
Fuente: Hoy L.A. Times
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