Su presencia nos confirma que aún existen personas sencillas, sinceras y de una fe inquebrantable. Estar con él, participar de sus consejos y sabiduría, nos dejó a todos con nuestra mente y corazón muy bien alineados para darnos cuenta, de la verdadera manera que hemos de caminar en esta vida.
Cuanto egoísmo y vanidad vemos a cada instante en nosotros, que nos hacen alejarnos del verdadero propósito que Dios tiene para cada uno. Con la ayuda de José Henríquez, que iluminó con sus palabras, nos fue más simple el retomar la verdadera senda por la cual debemos andar todos los días.
Pasamos momentos muy agradables juntos, no solo en la formalidad que suele darse en la iglesia o en algún lugar de entrevistas o conferencias, sino que también en la cotidianeidad del día a día.
Desde temprano al desayuno y a veces hasta tarde en la cena, muchos momentos de gran bendición y sobrecogedoras experiencias, que serán para mí imposibles poder olvidar.
Damos gracias a Dios por usar a este hombre como un servidor extraordinario, guía espiritual y apoyo para sus compañeros durante el encierro de 69 días en los que permanecieron a 700 metros bajo la profundidad de la tierra.
Te damos gracias José por haber aceptado estar este fin de semana entre nosotros y porque eres realmente un verdadero hermano, con una inmensa capacidad de entrega, de amor desinteresado al prójimo, sin alardes ni protagonismo.
Que tu regreso a Chile y por donde quiera que Dios disponga tus pasos, sea siempre de gran bendición para todos, como lo fue y seguirá siendo para nosotros.
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