Aquel día sábado, cuando iba caminando hacia el banco, como a mediodía, bajo un radiante sol primaveral, me detuve a ver una oferta de autos que ahí mismo promocionaban. Después de estar algunos minutos en ese lugar, me di vuelta, y vi que estaba frente a un hombre que se acercaba lentamente hacia mí.
Muchos transeúntes pasaban por su lado, mirándolo casi con morbosidad y sin quitarle los ojos de encima, como si se tratara de una especie rara por los casi 280 kilos (613 libras) que calculé podía pesar.
Cuando lo vi, pensé que tal vez era otra persona a la que atraía, porque se cruzaba en mi camino, y que le podía servir enseñándole a ayudarse a sí mismo.
Mientras se aproximaba a mí, noté su andar lento y perezoso, caminaba con dificultad, cabizbajo al lado de un pequeño niño. Lo vi apesadumbrado, su rostro denotaba cansancio y fatiga. Observé el dolor reflejado en sus ojos, y cómo llevaba no solamente un sobrepeso exagerado en su cuerpo, sino también por su expresión, un marcado sufrimiento en su interior…, su lenguaje corporal hablaba por si solo.
Esta breve historia… se le asemeja en algo o le hace pensar en alguien que pasa por una situación similar?
Del libro “Un Hombre, Un Entrenador, Un Sueño”, con permiso del autor.
Carlos Correa
Su Mentor y Acompañante
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